El otoño también es tiempo para
relajarse. Salir de la ciudad, olvidar las obligaciones y relajarse en un
entorno mediterráneo es una de las opciones para recargar pilas. Por su
tranquilidad, su clima suave, su riqueza natural, cultural y gastronómica,
Ibiza es el destino idóneo para un slowbreak en pleno otoño.
Aunque los turistas se
hayan ido, la isla continúa llena de vida. Sus playas, sus parques naturales,
sus pueblos, mantienen toda la esencia y la luz de la isla durante todo el año.
Levantarse temprano y dar un largo paseo por la playa, una mañana de
mercadillo, un viaje en el tiempo o saborear algunos de los platos más
representativos de la gastronomía ibicenca, son algunas de las opciones para
una escapada tras el verano.
Vivimos en una sociedad en la que
las prisas, el estrés y las preocupaciones nos invaden y bloquean, impiden que
estemos en conexión con nosotros mismos. En contraposición a todo esto surge el
concepto slowbreak, una propuesta de
descanso que combina deporte, cultura y bienestar para ayudar a reducir el
ritmo diario. Ibiza, isla paradisíaca por excelencia del Mediterráneo con una
amplia y variada oferta cultural, ocio y salud, es un destino idóneo
donde disfrutar de un slowbreak, de
una escapada en cualquier momento del año para relajarse y conocer una cara
distinta de la mayor de las Pitiusas.
Ibiza, el plan perfecto
Mañana de compras hippies Durante
todos los sábados del año abre el mercadillo hippy de Las Dalias, en
Sant Carles de Peralta. Se trata de un referente en la isla, un mercado situado
en el corazón de la isla, donde se pueden adquirir desde bisutería hasta
productos de decoración y alimentación. De obligada visita.-
Playas y calas de la isla
destacan por su belleza natural y sus aguas cristalinas. Con la llegada del
otoño, las playas de Ibiza se vacían y se convierten en remansos de paz dónde
pasear o practicar yoga o pilates. Aigües Blanques, Cala Conta o CalaSalada son sólo algunos ejemplos de las más de 50
playas repartidas por la costa ibicenca, desde la costa oeste, además, se
disfrutan increíbles puestas de sol durante todo el año.
En el interior de la isla es
donde mejor permanecen las tradiciones ibicencas y donde se degusta la cocina
más tradicional. Así, por ejemplo, Sant Rafel de sa Creu un pueblecito
declarado de interés artístico y que destaca por su iglesia del siglo XVIII,
por sus talleres artesanales de cerámica y por su gastronomía.
La cocina Ibicenca
bebe de
las tradiciones de los diferentes pueblos que han ocupado la isla y ha
sabido
fusionar la cocina más tradicional con la de vanguardia.
Guisos,arroces, sofrit de pagès,(frito de carnes con verduras) o platos
de
pescado como el guisat de peix y la burrida de rajada son
algunos de los platos más representativos de la isla. Los flaons,
orelletes y
la greixonera son los postres más típicos.
Dalt Vila, Patrimonio de la Humanidad, es la
fortaleza costera mejor conservada del Mediterráneo. Un paseo por Dalt Vila
permite disfrutar de la impresionante belleza de las murallas renacentistas y
de las espectaculares vistas de la ciudad y el mar. El recinto amurallado
está repleto de callejuelas y monumentos, como el Castillo o la Catedral y dónde se
pueden encontrar las huellas de todas las civilizaciones que han pasado por
Ibiza: fenicios, cartagineses, romanos y musulmanes, hasta la conquista
catalana en el siglo XIII.
La entrada principal al conjunto histórico
monumental es el puente levadizo del Portal de SesTaules, junto al
MercatVell, aunque hay otros accesos como el Portal Nou. Dentro del recinto amurallado se
pueden visitar la Catedral;
la Iglesia de
Santo Domingo, la Capilla
de San Ciriac, el centro de interpretación Madina Yabisa y el Museo
Arqueológico, una impresionante colección de piezas desde la Prehistoria hasta la
época medieval islámica.
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